Por Luis Enrique López Carreón.  Dirigente del Movimiento Antorchista en Colima

 

Gracias al marxismo, se sabe ya que el trabajo es la actividad humana desarrollada en el proceso de producción de bienes materiales, y condición fundamental de la existencia humana; porque, mediante tal acción, se hace posible la aparición de una especie de metabolismo entre el hombre y la naturaleza, cambiando así la forma de los materiales que hacen posible la subsistencia de la vida. “El trabajo es el padre y el principio activo de la riqueza, así como las tierras son la madre”, escribió William Petty (1662) en su Tratado de impuestos y contribuciones.   

Conforme a esta insuperable revelación, los ideólogos al servicio de los potentados dueños de los medios de producción, han procurado casi desde siempre confundir a la clase trabajadora, portadora de la fuerza de trabajo en todos los tiempos, afirmando con suma insistencia que el trabajo es condición inmanente y fatal de la vida misma del trabajador, es su castigo. Recordemos que trabajar, fue el castigo merecido por Adán y Eva cuando fueron echados del paraíso: ganar el pan con el sudor de su frente.

Pero esto equivale tanto como a afirmar que el ser humano debe, primero, como una condición natural, “trabajar para vivir”; muy por el contrario a lo afirmado por algunas teorías humanistas, entre ellas el marxismo, que, sobre todo en la obra de Engels de 1876, cuyo título es precisamente, “El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre”, revelan con argumentación científica y desde el punto de vista del materialismo histórico que, en la realidad, el ser humano debe “vivir para trabajar”.

Y no es esto un simple juego de palabras que deba ignorarse. “Vivir para trabajar” supone, entre otras muchas cosas, que, al trabajador, antes de acudir a trabajar, le sean garantizadas por el Estado, todas, absolutamente todas las condiciones económicas básicas necesarias para garantizar su existencia y la de su familia, y con ello, poder salir a trabajar en completa libertad y participar así en la productividad del mismo Estado que lo provee. Desde luego que, para poder lograr todo esto, sería necesario primero cambiar el modo de producción capitalista que nos gobierna, así como al Estado mismo que hoy somete y reprime. Esto, que hoy nos parece utópico, en realidad no lo es. Gracias al marxismo, vemos ahora en el mundo que la historia de la lucha de clases, aunque con lentitud, está haciendo lo suyo.

Por el contrario, “Trabajar para vivir”, supone una condición de sometimiento absoluto a la clase patronal, al modo de producción capitalista y al Estado mismo del que este modo se sirve. Aquí, en todo momento, todas las condiciones económicas de existencia del trabajador y de su familia, todas, es responsabilidad exclusiva del trabajador mismo; y para garantizar sus condiciones mínimas de vida, es que tiene que ir a trabajar a diario sin falta. Aquí vemos, como es que el trabajo, de liberador de la humanidad, es convertido en mecanismo de sometimiento, condición indeseable y sinónimo de castigo.      

Por tanto, cuando los pregoneros del modo de producción capitalista o neoliberal, logran su cometido de inducir en lo más profundo de la conciencia de todos los seres, la prédica aquella de que su existencia responde sólo a “trabajar para vivir”, el trabajo mismo, incluso, es utilizado como mecanismo de manipulación y sometimiento. Bajo el capitalismo, de ser condición fundamental de la existencia humana, el trabajo pasa a atentar contra la existencia humana misma. Veamos algunos datos.

El trabajo en los niños. El medio El Economista dijo el día 5 de octubre de 2023, que en México había crecido el Trabajo infantil en un 14%, abarcando a 3.7 millones de menores de edad. Según la Encuesta Nacional de Trabajo Infantil (ENTI) 2019, en ese entonces, en México trabajaban 3.3 millones de menores de edad, esta población se incrementó a 462 mil 472 menores para 2022, para un total de 3.7 millones de personas. Las principales actividades económicas en las que trabajan los niños son: el campo, los servicios, el comercio, la minería y la construcción. Aunque se sabe bien que ningún niño trabaja por el puro gusto, la Encuesta dijo que el 31.5% de los niños trabajan por gusto o sólo por ayudar; el 22.7% para pagar su escuela o gastos personales; el 18.4%, porque en su hogar se necesita dinero; 15.2%, para aprender un oficio; y 12.2% para pagar deudas.  

El trabajo en los jóvenes. De acuerdo con un comunicado de prensa del Inegi del día 23 de agosto de 2023, en los datos del Cuestionario Ampliado del Censo de Población y Vivienda 2020, se estima que en México residían en ese entónces 37.7 millones de personas jóvenes (de 12 a 29 años), que representaron el 30 % de la población del país. En lo que respecta a su situación laboral, 39.7 % (15 millones) realizó algún trabajo durante la semana anterior a la recolección de datos del Cuestinario. Dicho porcentaje se incrementa según la edad de las personas: 9.9 % en el grupo de 12 a 17 años trabajó, mientras que en el grupo de 25 a 29 años, el porcentaje fue de 67.7 %.

El trabajo en las mujeres. Al cuarto trimestre de 2022, 46 de cada 100 mujeres de 15 años y más fueron económicamente activas (trabajaron o buscaron trabajo). El dato muestra que, para este periodo, los niveles de participación económica fueron superiores a los que las mujeres tenían antes de la pandemia. Además, según la encuesta Nacional de Ingresos y Gastos en los Hogares (ENIGH), las mujeres dedicaron en total 54.3 horas de la semana a tareas del hogar y cuidado de algún miembro, mientras que los hombres sólo le dedicaron 30.2 horas a la semana, es decir, existe una diferencia de 24 horas más que dedican las mujeres.

Y finalmente, el trabajo en los adultos mayores. En el segundo trimestre de 2022, se estima que 33 de cada 100 personas de 60 años y más son Población Económicamente Activa (PEA). Aquí, la tendencia muestra una disminución conforme avanza la edad; pasa de 43 % para el grupo de 60 a 69 años a 9 % entre quienes tienen 80 años y más. Según sexo, los hombres económicamente activos superan a las mujeres en todos los grupos de edad. Destaca el grupo de 80 y más: en este, casi cuatro de cada 100 mujeres forman parte de la PEA. En los hombres, el porcentaje es 17 por ciento.

Lo aconclusión es útil: “trabajar para vivir” somete y manipula, y es una condición impuesta por el modo de producción capitalista que nos gobierna. “Vivir para trabajar”, es lo deseable. Cambiar los gobiernos que sirven al sistema, por uno más justo para todos, es cambiar el sistema mismo. La tarea sigue pendiente.

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