Por Luis Enrique López Carreón  Dirigente del Movimiento Antorchista en Colima

En algún lugar leí alguna vez, que, el éxito de un manipulador dependerá siempre del grado de ignorancia de sus seguidores; y me parece que esto es cierto. Se sabe que una persona manipuladora es aquella que necesita controlar, cambiar y deformar los comportamientos o percepciones de los demás. Son muy difíciles de identificar ya que son individuos muy hábiles socialmente y cuando nos damos cuenta de la manipulación, el daño ya está hecho.

 

Conforme a esto, entonces, ¿qué podemos hacer pues contra la manipulación? Aquí, en encontrar la respuesta no está la dificultad; lo verdaderamente complicado es, que, una vez encontrada exige ésta que se obre en consecuencia. No olvidemos que, como dijera Albert Einstein, “Creer es más fácil que pensar, he ahí la razón de que existan más creyentes…”

 

Pero si nos atenemos a que el pensar, sobre todo con coherencia lógica, es una labor permitida sólo a las mentes medianamente cultivadas, ¿qué suerte les depara entonces a los seres cuyas condiciones económicas, los aleja de la herencia cultural e intelectual que nos legaron los sabios del pasado? Recordemos aquí lo dicho por el fiel escudero de Don Quijote en la célebre obra de Cervantes: “Dos linajes solos hay en el mundo, como decía una agüela mía, que son el tener y el no tener; aunque ella al del tener se atenía; y el día de hoy mi señor don Quijote, antes se toma el pulso al haber que al saber: un asno cubierto de oro parece mejor que un caballo enalbardado”. Cuánta razón tenía, y tiene incluso hoy Sancho Panza al definir la lucha de clases que sufrimos.        

 

Y es que, de todas las formas que se conocen hoy para acceder al conocimiento, y con ella la de entrenar al pensamiento lógico, sólo hay una que por excelencia ha trascendido y trasciende lo intrascendente: la lectura de los buenos libros.  

 

El pasado 23 de abril se conmemoró en casi todo el mundo el “Día Internacional del Libro”, con el objetivo, así se dijo, de fomentar la lectura, la industria editorial y la protección de la propiedad intelectual por medio del derecho de autor. Se dice que esta conmemoración alude a un día simbólico, pues coincide con el día de fallecimiento de Miguel de Cervantes, William Shakespeare e Inca Garcilaso de la Vega en la misma fecha de 1616. Se sabe, sin embargo, que, Cervantes falleció el 22 y fue enterrado el 23, que es cuando se consignó su fallecimiento; mientras que Shakespeare murió el 23 de abril del calendario juliano, que corresponde al 3 de mayo del calendario gregoriano.

 

Con motivo de tal conmemoración se difundieron algunas estadísticas sobre nuestro tema, que conviene mencionar aquí. La nota que leí apareció con el siguiente título: “Población lectora se reduce en la última década en México”; y los datos son los siguientes: “De 2015 a 2024, el número de personas lectoras en el país se redujo 14.6 puntos porcentuales de acuerdo con el Módulo de Lectura (Molec) del Inegi.” (El Noticiero, 24 de abril).

 

Sigue la nota: “Los periódicos fueron el material que más lectores perdieron, al pasar de 49.4 por ciento a 17.8 por ciento de personas mayores de 18 años que los leen. Las revistas también disminuyeron 25.5 puntos porcentuales su lectoría en la última década.” Seguimos: “Los libros siguen siendo el principal material de lectura para las personas, aunque en la última década, la preferencia hacia estos se redujo caso 10 puntos porcentuales. Hace 10 años los lectores mexicanos leían en promedio 3.6 libros cada año; en este año el promedio fue de 3.2 libros, mientras que el tiempo de lectura fue de 41 minutos en promedio.”

 

Pero, por otro lado, en cambio: “La lectura de páginas de internet, foros y blogs en personas de 35 a 44 años de edad aumentó 25.3 puntos porcentuales entre los levantamientos de 2015 y 2024 (42.5 y 67.8 por ciento respectivamente).

 

Hasta aquí, vemos claramente la relevancia que cobra la conmemoración del “Día Internacional del Libro” y su objetivo de fomentar la lectura. Pero esto no pasará nunca de insolentes y buenas intenciones si no se atiende urgente también, la lección que nos dejó ya dicha, el célebre escudero de la Mancha: “Dos linajes solos hay en el mundo: el tener y el no tener”; es decir, los que tienen medios para producir riqueza y los que no los tienen, y mientras no se cambie el modo de producción que genera y fomenta tales linajes, los que no tiene medios ni para conseguir el alimento de su familia, mucho menos los va a tener para comprar libros, por muchas conmemoraciones que se quieran promover.

 

Veamos otros datos. El medio El Sol de México publicó una nota el día 27 de abril pasado con el siguiente título: “En México, comprar un libro cuesta el sueldo de un día”; y luego afirmó así: “Para 2023, el precio promedio de venta de un libro fue de 223 pesos, equivalente casi a un día de salario, tomando en cuenta el salario mínimo vigente en el país. Los costos más altos fueron de ediciones de no ficción con 309 pesos y los más bajos los libros infantiles y juveniles con 203 pesos, según los indicadores del Sector Editorial Privado en México 2022-2023, publicado a finales del año pasado por la Cámara de la Industria Editorial Mexicana (Caniem), misma que calculó que en 2022 el incremento en los precios de venta al público fue de 3.8 por ciento”.

 

Entonces, ya podemos sacar algunas conclusiones que nos puedan ser de alguna utilidad. Primeramente, necesitamos que decir, que, mientras menos fomentemos y practiquemos la lectura, más fácilmente seremos víctimas de los manipuladores que hoy nos acechan. Pero, para tener acceso a la lectura necesitamos primeramente tener acceso a periódicos, libros y revistas; y, dada nuestra precaria situación económica que fomentan, precisamente, los manipuladores de nuestra situación económica, esto parece ser cosa imposible.

 

Pero no lo es. Cambiar el gobierno es cambiar el modo de producción, y hacer esto, es cambiar la situación económica, social e intelectual de los que no tienen, como ya dejó dicho la obra de Cervantes. Por eso la tarea inmediata es, organizar y educar al pueblo. Pero para ello, los intelectuales del pueblo deben ver en el pueblo mismo la fuerza promotora del cambio; y el pueblo, a su vez, ver en sus intelectuales organizados la guía orientadora de ese cambio. Se bien que la tarea no es fácil, pero no hay de otra.

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